Los pueblos originarios del mundo, como pueblos hermanos que somos, compartimos historias de dolor, de discriminación, de racismo, de despojos y de exterminio; pero también compartimos historias de resistencia, de lucha, de rebeldía y de esperanza.
Hoy más que nunca necesitamos abrazar nuestra hermandad para exigir justicia para nuestros pueblos y para recuperar y fortalecer nuestras autonomías y el respeto de todos nuestros derechos; los derechos que tenemos de existir y de decidir por nosotros mismos cómo queremos vivir.